Llegamos a Sublime Samaná al atardecer tras trazar en coche la autopista directa desde Santo Domingo a Las Terrenas.
La piel del maracuyá, actúa como cuenco del refresco tan tropical que se nos ofrece al llegar, insistiendo en recordarnos que estamos en el Caribe – «me puede traer otro por favor?». A la par y muy cerca el sapo más enorme que hemos visto jamás nos acompaña con su estruendo croac provocando la más simpática bienvenida. Es tarde y somos acompañados hasta nuestra habitación donde el aire acondicionado es el mejor aliado y donde el deseo de atravesar la larguísima piscina hasta la playa debe ser reprimido reservándolo como premio del amanecer del día siguiente.
…Siempre me sentí atraída por los daybeds al aire libre… Te ofrecen sombra mientras descansas o repasas las vistas de tu alrededor, duermes, lees, o te secas sobre tu toalla acompañada de algún punch de fruta. Es un auténtico gozo atravesar el corredor exterior del hotel hasta llegar a la playa dejando atrás las aireadas camas con vaporosas cortinas blancas, colocadas estratégicamente sobre el agua poco profunda de este lado de la piscina. El azul del mar aguarda al fondo y cuesta decidir donde darrse el primer baño. Hay quienes vienen hasta aquí sencillamente para no moverse; claramente no es mi caso… hay un mundo salvaje de palmeras y playas desiertas ahí fuera!
Sublime Samaná nos ofrece la posibilidad de incursiones diarias a esta península prominente que parece que quiera representar al paraíso terrenal. Saltos de agua, cascadas horizontales, playas vírgenes y pueblos de gente alegre aguardan ahí fuera!
– tengerenge