Uno de los spas más bonitos que he visto en mi vida ha sido el de Gilli Lankanfushi (antes Soneva Gilli), Maldivas. La perfección era tal, que la experiencia tenía connotaciones surrealistas.
El enclave es maravilloso pues desde él la vista sobre el lagoon no tiene palabras. Durante el día el mundo se ve turquesa, sin embargo la marea al atardecer baja y todo recobra un nuevo color, algo más opaco. Es ahora cuando las luces tenues que marcan el camino hasta llegar al spa se vuelven durante algunas horas las protagonistas, así como alguna vela, que también ilumina este espacio destinado a dejar la mente en silencio.
Desde que entras todo es un ritual… se sigue una secuencia de acciones que te van preparando para introducirte en este mundo surrealista. Lo primero de todo, degustar un infusión caliente de jengibre, la cual te sirven en pequeños vasos de cerámica gruesa que mantiene el calor y el picante del jengibre durante rato. Las brisas al atardecer en Maldivas son cálidas, pero no importa, esta infusión sienta de maravilla y te prepara para dejarte llevar y sumergirte en ese ambiente tan sosegado…
Uno de los principales aromas que te acompañan en esta isla es el olor a lemongrass, el cual está presente en casi cada momento. No es fácil encontrar citronela en mi país así que al abandonar la isla, envolví en hojas de banano que conservan la humedad, algunos tallos y raíces de lemongrass. Se conservaron bien durante el viaje y al llegar planté, cuidé y regué la planta durante días, pero sin éxito, no pudo sobrevivir al clima mediterráneo. Desde entonces, cruzo mi ciudad hasta un sitio donde sé que la venden cada vez que quiero cocinar con esta planta para teletransportarme a Asia.
Me gustó de este spa el profundo respeto que se tiene al silencio. Desde que entras se habla en tono de voz muy bajo y la comunicación se limita bastante a lo realmente imprescindible. Aquí, lo que se debe de hacer, es sobretodo observar y sentir.
Los escasos pero escogidos materiales son todos delicados. Nada de excesos para no desconcentrar la mente, solo pura naturaleza, olor a mar, vistas, silencio y sentir fácilmente las brisas cálidas de la laguna; pues a menudo los masajes se practican con las puertas de librillo de madera abiertas al océano para así poder escuchar el mar.
En esta isla los masajes duran más, en realidad, es como si nunca acabasen.
Es un placer poder conectar con tu cuerpo y con la naturaleza en un espacio así, creado con muchísima delicadeza por personas que trabajan y persiguen la excelencia.
Tras aterrizar en Malé sólo se necesitan 25m en lancha rápida para llegar, 40m para estar nadando en el agua y una reserva en el spa para estar recibiendo un masaje al cabo de muy poco.
Las aguas son, como en cualquier rincón de Maldivas, maravillosas. Su color transparente-azulado-crsitalino-esmeralda, tiene poder curativo, y las vistas desde este protagonista spa levantado sobre la laguna, al que dedico mi post, son un verdadero escándalo.
– by Tengerenge