Muy cerca de la frontera con Haití me encontré a esta madre con sus dos hijas. Andaban entre maleza y selva tropical bordeando un río. Al cruzarnos nos miraron pero no se pronunciaron; hablaban creole. En el fondo no tuvimos que decirnos nada… no estábamos tan lejos, las dos éramos madres. Nos saludamos con respeto y seguimos andando por ese sendero lleno de paz y silencio.