El contacto con el nativo es algo que siempre me atrae.
Esta gente está aquí desde hace mucho tiempo… por lo menos desde hace 2400 años, con población procedente de India, Asia y Oriente Medio. Me gusta porque todavía hay lugares en el mundo donde se vive con l.e.n.t.i.t.u.d.
Hoy es viernes y todos los viernes es día festivo en estas islas. Hoy no se ve trabajar a nadie, si no más bien descansar en sus columpios colgados de los árboles, preparar curry en las casas o bañarse en el mar. Hoy nadie pesca ni seca el atún al sol para exportarlo a la capital. En un día normal los hombres salen a pescar a las seis de la mañana y vuelven a las cinco de la tarde. Se hacen a mar abierto para pescar piezas grandes. Me explican que es un trabajo durísimo y que ya pocos quieren hacer. Sus embarcaciones son primarias, pequeñas y sin cubierta, y salir a mar abierto tantas horas sin poder protegerse del sol es durísimo. Me comentan claramente que las nuevas generaciones aprenden inglés para ser contratados en hoteles.
«Las mujeres somos cada vez más autónomas» -me dice una mujer con anhelo! «ganamos nuestro dinero y decidimos cómo gastarlo». La isla sin embargo me transmite poco desarrollo y lento crecimiento, aunque es cierto que ahora cuentan con nuevos servicios como el de un (humilde) centro de salud y una barca que los llevaría rápidamente a otra isla más grande si urgencias médicas. Wifi, sin duda, no falta.
En lugares como éstos se observa un desmedido contraste. Isla de arena primaria, techos de chapa y palma, paredes hechas de coral y piedras, pocos recursos. Se realizan trabajos sobretodo artesanos como trenzar fibra de coco para hacer cuerda, se vive del intercambio y de la exportación, sin embargo escuchan los utimos éxitos musicales y navegan en Google como parten cocos, y a nadie le falta un móvil, algunos de última generación comprados en Male.
Me explican que mientras los hombres pescan el trabajo de las mujeres es cocinar y cuidar de las casas. Los niños acuden a la escuela local y ellas secan el pescado al sol durante seis días para enviarlo a Male y ser vendido en Japón. Las islas también las proveen de alimentos como mangos, cocos, especies y vegetales que ellas mismas cultivan. La fruta del pan la cortan a láminas y la fríen en aceite de palma en calderos de hierro fundido; una mujer me ofrece amablemente probar una. Otras pican en la playa un tipo de fruto seco parecido a un piñón, y están satisfechas con sus abayas sin mostrar signos de calor. Del coco lo aprovechan todo: el agua, la leche, la pulpa, las fibras y sus carcasas serán utilizadas para arder el fuego y cocinar. Con las especies me han enseñado cómo mezclarlas para hacer curry. El arroz sin embargo les llega de Sri Lanka.
La mujer que aparece en la foto tejiendo una alfombra con hojas de palma me comenta que no entiende el interés de quienes se acercan a esta isla para observar como se desarrollan sus vidas -«vivir aquí es aburrido, siempre hacemos lo mismo». Me explica que está participando en un concurso para la mujer del presidente donde cada una de las islas ha de preparar alguna artesanía, «es tradición desde hace muchas generaciones tejer estas alfombras, pero ya casi nadie lo sabe hacer».
Por otro lado Lathi me ha explicado que cuando era pequeño no era consciente de lo bonitas que son sus Islas Maldivas, hasta que tras el contacto con turistas en un resort donde trabajó y las alabanzas de éstos hacia su Tierra, pudo interiorizar una nueva percepción de tanta belleza y naturaleza. Está claro que si uno no contrasta no puede apreciar lo suficiente, y la mayoría de estos isleños saben que no saldrán nunca de su isla de seiscientos habitantes. Los visitantes de los hoteles con los que tienen contacto actúan haciéndoles de «efecto espejo» reflejándoles el milagro de estas islas de coral salpicadas en el Océano Índico y lo primordial que es protegerlas. De hecho, me explica Lathi que las nuevas generaciones saben que han de protegerlas. Conocen el daño del plástico y cuidan de que no acaben en el mar. Si accidentalmente pescan un tiburón lo dejan ir, y preservan más que nunca el coral, las tortugas y la vida marina,… pero…lamentablemente no es suficiente. Hacen falta movimientos activistas.
-tengerenge
One Comment on “Maldivas, un paseo por islas locales”
Ana Patricia Clua
febrero 21, 2017 a las 7:08 am
Sonia, me encanta leerte, siempre pienso q las maldivas es lo mas bonito que he visto en mi vida y realmente si naces alli lo ves como lo mas normal del mundo, no has visto otra cosa.
Que vidas tan distintas y ellas siempre sonriendo.
Gracias Sonia