Las Guacamayas es una pequeña localidad situada en la Reserva de la Biosfera Montes Azules en la Selva de Lacandona. Obviamente su nombre se debe a las muchísimas guacamayas que viven y vuelan libremente en la zona, preciosas aves tropicales de gran tamaño y colores estridentes que vuelan en pareja. Lo cierto es que éste es lugar de mucha vida salvaje y mucha selva por descubrir a ambos lados del río.
Me pareció que esta comunidad era una belleza por la vegetación y lo cuidada que estaba, y no pude parar de tomar fotos. Me llamaron la atención los colores en que estaban pintadas todas sus casas y la forma en que eran combinados, tan propio de tantos otros países tropicales cuyo manejo del color es extraordinario. También la cantidad de árboles, flores y plantas tropicales con sus formas fascinantes y lo bien que adornaban el entorno. Por un momento pensé que allí tenía que vivir algún paisajista, hasta que una mujer me explicó que todos sus habitantes se ocupaban meticulosamente de sus parcelas.
Allí mismo, junto a la orilla del río, hay un lugar para dormir rústico pero muy especial. Se trata de un Ecolodge llamado Las Guacamayas, responsable de hacer varias acciones para preservar las guacamayas de cabeza roja. De los árboles del mismo hotel cuelgan los monos aulladores, afincados en sus ramas, asustadizos por el estruendo ruido que emiten en mitad de la selva. La propiedad ofrece contratar un recorrido por la selva a pie y con un guía o, más interesante todavía, una travesía en lancha por el río en mitad de su impenetrable selva desde el mismo embarcadero que tienen junto frente su restaurante. Los animales que se ven desde la lancha son innumerables. Se pueden ver monos aulladores, cocodrilos, tucanes, serpientes, murciélagos, buitres, águilas y muchas otras curiosas aves endémicas. La selva a ambos lados del río es inexplorada e impenetrable. Entre sus lianas, palmeras y enormes plantas abundan jaguares, tapires, pumas, panteras, boas… algo comprensible con tanta vegetación, lluvias y altísimos árboles como la preciosa Ceiba de sesenta metros de altura.
En la selva Lacandona viven los lacandones, una comunidad indígena descendiente de los mayas que se viste de blanco y se deja el pelo largo. Conocerles y entablar diálogo puede ayudar a comprender su forma y filosofía de vida.
Desde aquí también se puede penetrar en la zona arqueológica de Yaxchilán y Bonampak. Ambas monumentales ruinas, la primera devorada por la selva a la que se accede a través de un río en lancha y la segunda por la buena conservación de sus pinturas policromadas.
-tengerenge