Fueron tantas veces las que nos recomendaron pasar unos días en Byron Bay como parte esencial durante nuestros días en Australia, que consiguió provocarme curiosidad sobre lo que debe tener este lugar para atraer a tantas personas.
Lo cierto es que Byron es uno de los hot spots en el mundo actualmente para vivir, y entiendo que sean muchos los que se sientan atraídos por este modo de vida tan suelto y relajado, hippie y lento; un claro nicho de gente sedienta de un enfoque alternativo de vivir la vida (y el país cada vez más duro en otorgar visas para residentes).
La tendencia aquí es andar descalzo y no peinarse. Andar sin zapatos por la calle, en el supermercado, en la playa, en la farmacia, niños, adultos, no importa el lugar ni la circunstancia… Este ambiente hippie, de yoga, surf y marihuana, se apodera de cada momento. Tal vez diría, que Byron Bay se trata mas bien de una forma de ser, que de un lugar en el mundo.
Surfistas saliendo del agua, otros haciendo yoga al atardecer sobre la arena de la playa, músicos tocando en la calle, niños jugando en la orilla… son escenas de un día cualquiera. A Byron le pertenece un estilo propio a todos los niveles… sombreros y petos parecen que son tendencia, comer comida orgánica también. Aquí da la sensación de que nadie trabaja pero está claro que a pesar de las horas en la playa y el estilo desenfadado de todo el mundo, el nivel adquisitivo es tan alto como los que viven en Sydney!
Subir al faro de Cape Byron fue lo primero que hicimos; la altura siempre ofrece perspectivas. Desde lo alto localizamos ballenas solo llegar y en seguida que paseamos para bajar hasta Wategos Beach vimos canguros felices viviendo entre vegetación y salitre. Little Wategos estaba desierta y nos regaló un momento sin nadie, aunque no es difícil encontrar momentos así en Australia, país que no sabe mucho de aglomeraciones…
El interior también es bonito, Hinterland, como ellos le refieren. Bangalow, Newrybar, Mullumbimby o Lennox Head son lugares especiales que se deben descubrir, propios de este estilo de vida lento, tiendas particulares, curiosos restaurantes y como no, su Farmers Market con venta de comida local una vez por semana.
Pero nos encantó sobretodo The Farm, donde regresamos y regresamos; justo en la salida de Byron. Esta granja activa en la que cultivan vegetales y cocinan con ellos, con floristería, tienda, restaurante y un mostrador donde coger los mejores sandwiches de focaccia y romero, es un lugar de estilo único. Su restaurante se llama The Three Blue Ducks y no sólo se come fantástico si no que el ambiente que genera es muy atractivo. Por otro lado, en Federal Doma, a las afueras de Byron, comimos fabulosa comida asiática al aire libre envueltos de vegetación exótica. Hago mención de éstos dos lugares resaltándolos sobretodo por su excelente cocina y genialidad de concepto; no me pareció fácil comer bien en Australia estando lejos de sus principales ciudades. Supongo que al ser mediterránea no me resulta fácil comulgar con el estilo anglosajón.
Me gusta la forma relajada de este lugar, pero también sé que la alta demanda de algo acaba forzando la inercia natural. Estoy segura que Byron Bay era más espontánea en los años cuarenta. En este sentido, me dio la sensación que para pertenecer a este lugar tienes primero que adaptar tu estilo…, es una apreciación sutil pero así la sentí.
Por último, algo que me gustó fue la importancia que se da a los artesanos locales con talento, propietarios de sus propias marcas incluso tiendas, siempre meticulosamente bien decoradas realzando sus productos perfectamente expuestos. Si bien es cierto, es un hecho que no triunfan en esta zona marcas globalizadas ni productos importados.
Estos son algunos de los comercios que más me fascinaron:
– tengerenge