La carretera de Potosí hasta el salar de Uyuni es un verdadero espectáculo. El atardecer de la jornada me regala las mejores luces para todos los paisajes por los que atravesamos con nuestra vehículo. La importancia de mi cámara de fotos para inmortalizar el horizonte está a la altura de la bomba de oxígeno como recurso para los que acusan el mal de altura, y con los ojos bien abiertos tanteo llamas y vicuñas entre las extensas llanuras.
… Llanuras pero también gargantas, así como desiertos de piedras y cañones, y al rato valles repletos de cactus milenarios. El paisaje es cambiante y cada vez más inhóspito. En momentos me recuerda al oeste americano y en otros el panorama podría pertenecer a Marte. Las zonas arqueológicas que marcan las señales de la carretera me llaman para acercarme a ver las pinturas rupestres de la zona y las puntas de flecha de roca volcánica pertenecientes a la época obsidiana. Sin embargo no hay tiempo; el trayecto es largo y las nítidas estrellas del cielo del salar nos esperan para trazar constelaciones,…la altura y la escasa contaminación te permiten ver el cielo y reconocer las estrellas con claridad! Cerca de aquí, frontera con Chile, está el telescopio más grande del mundo.
De pronto un accidentado derrumbe nos obliga a detenernos y durante la pausa nos pasan por al lado dos mujeres indígenas conversando. Hablé con ellas y pese a vivir en los alrededores cada día caminan largas distancias cargando sus pesados aguayos repletos de cebollas; allá donde voy reparo siempre en que las mujeres son trabajadoras infatigables!
Proseguimos y llegamos a la localidad de Uyuni al anochecer. Cambiamos de vehículo y nos subimos a un jeep que nos llevará hasta El Palacio de Sal, un hotel emplazado en un lugar privilegiado y con un interesante concepto basando su interiorismo en construcciones de sal pero con servicios e instalaciones deficientes. Pese a ser el mejor hotel en la zona, a veces vale la pena sacrificar comodidad por formar parte en un emplazamiento ÚNICO en el mundo.
Tras pernoctar el día se despierta claro y nítido, y el aire es muy puro a 3750 metros de altura. Nos adentramos en el salar y me llama la atención el sentido de orientación de nuestro guía, el cual me da a conocer que su única referencia son las montañas en el horizonte y que para el que no lo domina, el riesgo de perderse y morir en este desierto de sal es elevado. Así ha pasado numerosas veces para visitantes atrevidos que han desafiado el terreno….
La tierra es yerma, el paisaje es blanco intenso y las gafas de sol tu mejor aliado. Es un desierto de sal o un paisaje de hielo? en cualquier caso, el color blanco inunda tu visión y la ausencia de horizonte te permite jugar con la cámara de fotos y los efectos ópticos!
Divertirse en ello es esencial pero las verdaderas tareas obligadas en este remoto lugar del mundo son: estirarse sobre el suelo de sal, gritar y escuchar el silencio. La energía abruma!
Avanzamos y nos adentramos, y de ponto, de la nada, emerge una isla de cactus milenarios. Bienvenida Isla Incahuasi! Hasta ahora no había visto un paisaje tan creativo como éste! Dudo mucho que los grandes creadores de las películas de Walt Disney puedan emular un paisaje así, es casi surrealista!
Parece una isla en medio del mar…, lo cierto es que ésto había sido mar! trepamos hasta lo más alto para obtener las mejores vistas y en mis esfuerzos por combatir el calor me apoyo en las rocas evitando cactus y pinchos y otras agresiones en el terreno. De pronto me percato que lo que estoy tocando NO son rocas! SON CORALES! si, a 3750m de altura estoy tocando corales! Una vez más la geología de este país hace estragos… Cuando chocaron las placas y se formó la cordillera quedó atrapado en las alturas un gran mar, luego un volcán emergió de los fondos y con el tiempo el mar se evaporó, así quedó la sal… Ésto es el salar de Uyuni y muestra de ello son estos corales petrificados que estoy tocando, que habían pertenecido a los fondos marinos miles de años atrás.
Aquí dejo el silencio y el blanco del salar de Uyuni….
Muchas veces los mejores diseños no logran superar a la naturaleza. En este caso, la secuencia infinita de hexágonos que marcan el terreno del salar me recuerda la inagotable belleza de nuestro planeta…
Estar aquí me arrastra a reparar en la fuerza de la geología, la mutación y los ciclos. Es una suerte.
– tengerenge