Tal vez no hubiese acabado nunca aquí de no haber sido por viajar con nuestros hijos esta ocasión… Lo cierto es que en la mayoría de los hoteles del Parque Nacional Kruger no aceptan a niños menores de seis años en los safaris, y obviamente mi pequeña de cuatro años no iba a quedarse sin ver la explosión de vida animal que nos esperaba allá fuera. Este motivo fue suficiente para escoger Honeyguide Koka Moya durante nuestros días en Kruger, ya que nada absolutamente nada podía ser más valioso que estar los cinco juntos durante los safaris e incursiones en la vida animal.
Apenas tuvimos tiempo al llegar de digerir que un elefante estaba a nuestro lado comiendo de un árbol mientras descargaban nuestras maletas; fue un poco surrealista pero no había tiempo que perder! nos esperaba nuestro primer safari!
… Tras haber visto rápidamente nuestra tienda me estuve preguntando qué nos separaba de la vida animal si no habían vallas alrededor…, lo único que nos iba a proteger por las noches de los feroces animales que estaba viendo desde lo alto del jeep era la fina tela de canvas de nuestra tienda… En realidad no estaba preparada para los ruidos que íbamos a oír al anochecer, sin pegar ojo la primera noche aterrada bajo las sábanas por el alboroto de las hienas ahí fuera, del rugir de algunos leones que vinieron a beber a nuestra alberca y del temblor que causó un elefante al pasar corriendo por nuestro lado. Quien puede dormir así…? Aunque pensándolo bien… que más puede ofrecerte un hotel que hacerte sentir parte de la naturaleza al mismo nivel que la acacia o que cualquier animal? Por primera vez no vamos a experimentar una situación desde detrás de un cristal o desde lo alto de una construcción segura, al más puro estilo de la humanidad que se siente engreída frente a lo que en realidad le corresponde; vamos a ser parte de la naturaleza y a poner a prueba nuestro mayor respeto por ella (buena enseñanza para mis hijos, a los que insisto en inculcar el arte sagrado del conocimiento de la armonía del universo y de la felicidad que ello supone).
Fuimos advertidos de algunas precauciones: no beber agua corriente, andar siempre acompañados a nuestra tienda, no abandonarla en ningún caso hasta el amanecer y hacer sonar un debido silbato en caso de emergencia. Me quedé despavorida, indefensa…, cerré la cremallera de la tienda (si! cremallera! eso es todo lo que había) como si estuviera protegiendo más que nunca a mi familia y nos escondimos bajo las sábanas queriendo sentir la mosquitera que rodeaba la cama como un muro de hormigón (creo que nunca me había sentido tan minúscula).
Honeyguide dispone de doce únicas tiendas salpicadas entre la maleza, todas ellas espaciosas, confortables, con un saloncito en la entrada, una generosa cama blanca y un amplio baño detrás. Tal vez no es el mejor sitio para tener cierta privacidad a no ser que el búfalo que tenemos delante no nos incomode, o no me sienta intimidada por los monos y elefantes que van discurriendo por delante de la tienda sin importarles nuestra presencia… Las paredes son de lona con amplias ventanas de tela perforada, la tienda está elevada y el suelo es de cemento pulido.
Nuestro primer safari fue al atardecer y los big five fueron captura de nuestras mejores fotos; al ser invierno la vegetación era escasa y los animales se dejaron ver fácilmente. Me había olvidado de lo bonitos que son los atardeceres en África… de aquel naranja intenso que tiñe el horizonte y del torso de la jirafa que eclipsa el sol.
Por las noches la vida transcurría en una estructura central, común para los treinta huéspedes que éramos de todas partes del mundo. Entorno a una hoguera encendida, enmarcada por un gran sofá de forma cuadrada, se intercambiaban todas las conversaciones sobre los grandes momentos que tuvimos durante los safaris. Parece que lo único que importaba durante estos días era hablar sobre lo bonita que es la piel del leopardo, haber entendido el orden y la jerarquía que conforma las leyes de la vida salvaje, explicarnos lo ruines que son los buitres comiendo los restos del búfalo, la elegancia de la jirafa viéndola correr delante de nuestro jeep o el asombro que provoca estar delante de un león. El ambiente de este lugar es familiar, distendido, relajado, sin pretensiones (más que la de empoderar el entono). Jamás había estado en un hotel que hubiera conseguido este factor aglutinador, y algo tan sencillo me parece una genialidad!
Hubo una tarde que decidimos ir a conocer cómo viven las localidades vecinas. Era domingo y muchos habían acudido a la iglesia, donde nos recibieron y nos cantaron alegres canciones de inconfundibles voces negras. Pero la música en África va siempre acompañada del movimiento del cuerpo…y nos soltamos, y bailamos con ellas, bailamos como si nadie nos estuviera mirando… Y mis hijos aprendieron una vez más que todo trasciende al color de la piel y que interiorizar el sentimiento de hermandad por encima de las diferencias geográficas o sociales es imprescindible para la armonía de la humanidad.
– tengerenge
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