Amanbagh es un hotel localizado en el interior de las antiguas murallas del antiguo palacio del Maharajah de Alwar, el cual acudía durante largas temporadas para cazar. Es un santuario contemporáneo que rinde homenaje a la edad dorada de la India y al paisaje histórico del Rajasthan.
Durante estos días de oasis, la vida en este hotel transcurre sin ansiedad por conocer las principales ciudades del norte de la India. Entre otros motivos por que lo separan los suficientes kilómetros como para saborear apaciblemente la vida rural de esta zona disfrutando de la tranquilidad contrastada con el frenético movimiento de Jaipur o Delhi.
En Sanskrito Aman significa «paz» , y en Hindi bagh significa «jardín». Jardín en paz podría retratar perfectamente este hotel enclavado en un oasis repleto de altísimas palmeras y espesos eucaliptos.
Entre columnas, lineas rectas, y techos abombados que de pronto recuerdan pinceladas al estilo mongol, se alza este peculiar hotel de color rosa. La gran piscina, una de las piezas más poderosas del hotel, ofrece contraste con el rosa por su intenso verde esmeralda propio del despiece de la piedra para poder recubrir su interior y llenarlo de agua. El director del hotel me contó que esta piedra la trajeron desde Udaipur, tierra rica de este mineral tan intenso. El reflejo del sol convierte a esta piscina de color verde en un acontecimiento.
De nuevo se repite el rosa en el interior de las habitaciones, que parecen ser como las de un cuento de princesas… Las paredes y el suelo son de mármol rosa, mineral también autóctono, y ellos son responsables de crear una esfera dulce, acogedora y muy femenina.
Al entrar en la habitación nos encontramos con una joven mujer india que esperaba para deleitarnos con una preciosa canción hindi. Ello supuso un cálido y generoso recibimiento que nos dejó sin palabras durante un largo rato. Sin palabras.
Como decía, Amanbagh se encuentra lejos de la ciudad, en una zona rural, y es bonito aprovechar para acudir a visitar los alrededores y vivir a sus gentes, saborear sus pueblos y poder convivir con su vida diaria. Tuve varios momentos en que sentí que lo que estaba viendo era un auténtico pesebre, y se me erizó la piel. Sobretodo por poder observar la valiosa estampa de como se desarrolla su cotidianidad de la mano de tanto color!
Hay muchas maneras de explorar esta zona rural, en concreto hubo una tarde en la que mi marido y yo salimos del hotel para hacer algo que nos gusta muchísimo: andar. Acompañados de Shita para no perdernos, subimos hasta un lago en lo alto de una colina para divisar bonitas perspectivas. Era casi como un safari a pie pues en todo momento estábamos pendientes de ver panteras y gatos salvajes, que al parecer residen en esta zona; pero sin éxito no conseguimos verlos (lo cierto es que no suelo tener mucha suerte para estas cosas, pero no importa, me conformé solo con la posibilidad). Llegados al lago destinamos parte de nuestro atardecer a un espacio de meditación y yoga, dirigidos por nuestro guía. Nos fue difícil abordar tanta relajación acostumbrados a occidente, pero lo conseguimos.
A parte de ésta, hay numerosas actividades para hacer aquí. En una ocasión nos llevaron en jeep a conocer las ruinas de Ajabgarh Fort y su templo de 1635 ac, así como las de Bhangarh que según sus paisanos, dicen estar encantadas. Lo cierto es que hay mucho por ver…. Visitamos también templos jainistas de 1500 ac que nos conectaron con el pasado. Toda esta esfera de exotismo cultural tan intenso provoca un desconcierto que uno solo recobra durante las horas de sueño.
En la entrada del hotel no encontrareis la mesa convencional para hacer el check-in ni nada por el estilo, si no más bien un juego de luces que iluminan una gran copa de piedra, también rosa, llena de agua y flores. Tras ella, una gran puerta de doble hoja donde aguardan los divertidos jeeps abiertos que te llevarán a todos aquellos lugares que quieras descubrir!
Hubo una noche en la que, en el hotel, nos prepararon una mesa para cenar en el exterior al lado de una chimenea. Casi toda la luz que teníamos, salvo la de una vela, provenía de las llamas del fuego encendido. Fue realmente una noche muy especial…, y es que estar cenando una cena con especies y notas picantes bajo un sinfín de eucaliptos altísimos, con luz tenue y leños en llamas, era una suerte.
Para visitar Jaipur en coche se tarda una hora y media pero el trayecto es bonito, y observar durante él desde la ventanilla invita a reflexionar sobre la forma de vida, religión y cultura de este apasionante país.
Hospedarse en Amanbagh es una buena opción si los días que se destinan a conocer el Rajasthan no están demasiado apretados. Está claro que los principales puntos de interés son las ciudades más reconocidas por sus monumentos y demás atractivos. En este sentido Agra, Jaipur, Jodhpur y Udaipur suelen ser las ciudades más concurridas por los turistas, pero, a mi no me gusta olvidar que saliendo un poco del recorrido establecido es donde se puede descubrir la vida más auténtica y conectar con ella. En este caso, aquí se goza de una vida alejada de las grandes ciudades y también de la naturaleza, que en su forma más agreste, abunda en todas partes.
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– by tengerenge