En la isla de Holbox no hay coches. Tampoco calles asfaltadas, bancos ni buena cobertura. Pero si hay consciencia ecológica, pasión por el mar, aguas cristalinas, flamingos y manglares.
Holbox era una tradicional isla de pescadores. Hace diez años se desarrolló para acoger a un turismo atraído por playas bonitas, hoteles pequeños, fauna marina y aves. Su antiguo pueblo de pescadores es ahora la plaza del pueblo y muchas de sus casas albergan hoy posadas y restaurantes o tiendas de comestibles y artesanías. Las calles de arena, ocupadas por casas de colores con techos de paja, cobran vida sobretodo por la noche, cuando la temperatura es menor y se puede pasear. Entonces es cuando se puede ir a probar la pizza de langosta, especialidad de la isla, sobretodo en Roots, un restaurante con mesas sobre la arena, horno de leña y la suerte de escuchar la voz de Negrita y su guitarra, la Walichera, cantante de cumbia ancestral. También recomiendo el restaurante Luuma, por su ambiente, su gastronomía y su tiendecita al aire libre. En cuestión de alojamiento, mi sugerencia es Boutique Hotel Casa Sandra.
Durante el día el mar es quién manda. Se puede alquilar un buggy y descubrir la costa de la isla o caminar por la arena hasta alcanzar la playa de flamingos. También se puede visitar Isla Pasión o Isla Pájaros, aunque están algo mitificadas a mi parecer. Entre junio y agosto se pueden tener encuentros con tiburones ballena, una experiencia altamente recomendable. Tras haberse bañado con ellos la misma embarcación puede llevarte hasta Cabo Catoche permitiéndote bucear con un sin fin de mantas rayas, tortugas y peces a tan sólo dos metros bajo la superficie.
Afortunadamente la isla está libre de Sargazo, pues debido a las corrientes marinas no entra en el Golfo de Méjico.
-tengerenge