Al parecer los grandes escritores u otros artistas, escogen siempre lugares especiales para vivir. Muchas veces sus casas son siempre espacios únicos.
En este caso, Ernest Hemingway, otorgó su retiro a la isla de Cuba, donde vivió 20 años.
Finca Vigía me cautivó; una casa enclavada en el centro de un vergel con grandes ventanas abiertas al mundo en cada fachada, por donde corría la brisa y refrescaba cada una de las estancias de la casa, en su combate contra el calor tropical. Elegante pero con cierta decadencia, en ella pude imaginarme la vida de uno de los escritores más brillantes del siglo XX, donde escribió, entre otros, «El viejo y el mar».
Prestando atención a cada detalle, que todavía se muestra intacto, pude llegar a confundir su eterna presencia allí…. pero no,…. actualmente la casa es un museo donde la vida se detuvo en el año1960. El escritor abandonó La Habana con la intención de volver, pero al poco tiempo se suicidó y no regresó jamás. De esta forma, su retiro quedó intacto y recrea fielmente su rutina. Es esta naturalidad, lo que más destaca de la casa.
A pocos metros en el jardín ubicó su piscina, resguardada del sol por altos árboles. A ella la sorteaba con el mar, cada vez que iba a Cojimar, un pueblecito de pescadores, donde tenía atracado Pilar, el barco en el que salía a pescar y que inspiró su gran novela, obra maestra.
Tras su muerte, los pescadores fundieron sus anclas para crear un busto en su honor, el cual instalaron en un pequeño altar que todavía se conserva en el frente marítimo.