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En Bolívia, las «cholitas» son las grandes protagonistas. Su presencia es tan poderosa que se adueñan del país y se convierten en mujeres a las que agradeces su existencia por la riqueza cultural que aportan y la fuerza que desprenden.

Las cholitas, mujeres indígenas con sus tradicionales vestimentas y bombines, pasean por la calle con orgullo. Sus aguayos de vivos colores les sirven para transportar cebollas, patatas o bebés. En las aceras de las calles y con su piel curtida por el sol, el frío y la altura, venden sus productos, y recelosas de su intimidad, algunas son escuetas en sus diálogos.

 Según ví no quieren ser fotografiadas, pues creen que al hacerlo se les roba el alma. Otras acceden y sonríen cuando les preguntas sobre la relación entre su vestimenta y su estado civil. En este sentido, sus polleras o faldas de cinco enaguas repletas de pliegues indican si está casada y sus tulmas precolombinas hechas con lana de llama que amarran sus trenzas, lo reafirman  (si las trenzas están sueltas, son solteras). Su sombrero recto representa seriedad mientras que si éste está de lado podrá ser cortejada! Y así, todo su simbolismo.

Sus mantones de lana las protegen del frío y proyectan su belleza con la originalidad de su atuendo hasta convertirse en las más distinguidas paisanas de un país. El oro en sus dientes marca jerarquía y a más estirpe, mayor serán los pendientes y abalorios dorados decorando su original estilo.

La nula occidentalización de este país y la poca mezcla preserva la etnia. La raza es pura, el mestizaje escaso y estas maravillosas indígenas bolivianas preservan su identidad.

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