Baracoa es un lugar con muchos contrastes de naturaleza. Sus alrededores, una maravilla.
A Yumurí se llega por una sinuosa carretera maravillosa, rodeada de vegetación y de intensa vida local de gente de campo; valen tanto los 20km de trayecto como el propio lugar al que se llega. Las bicicletas son el medio de transporte más común, junto a los carros de caballos que trasladan a familias enteras abriéndose paso al calor y al sol de justicia. En algunas casas cuelgan ristras de cangrejos que serán cocinados con pulpa de coco. Un barquero de la zona nos cuenta que sólo se pueden coger cangrejos cuando la luna está en cuarto menguante, de lo contrario están escondidos en las rocas y no se ven. En lugares donde todavía el hombre no es soberbio hasta la comida está sujeta a las fases lunares y la jerarquía de la naturaleza no queda sumisa a la ley del ser pensante.
Durante el camino recogemos a un chico que va de camino a Yumurí. Él tiene una barca en la desembocadura del río, desde la cual se puede remontar la parte baja atravesando un precioso cañón hasta una pequeña isla de tierra. Nos cuenta que hay una excursión de un día caminando hasta llegar a una enorme cascada; de haber tenido tiempo no lo hubiese dudado pero tampoco es mala idea conformarse con un paseo en su barca bajo altísimos acantilados y un hombre culto que mientras rema nos cuenta sobre la historia indígena de esta parte de Cuba. Los primeros aborígenes se tiraban al vacío desde lo alto de los acantilados para acabar con sus vidas antes de ser carne de esclavitud de sus colonos españoles obligándoles a buscar oro y acabando con su libertad. En su intento por aprender español para comunicarse, desde lo alto del cañón gritaban «yo morir» y se lanzaban al vacío; de ahí quedó el nombre «Yumurí».
Nunca había tenido un colibrí revoloteando a dos palmos de mi, con sus plumas verde intensas y su cuerpecito pequeño. Cada vez que me acercaba para ver sus minúsculos huevos en su nido me ahuyentaba con aspavientos acercándose a mi; claramente una muestra territorial y de protección que obliga distancia y respeto.
… Esta niña y su familia nos mostró su forma de contribuir a la protección de las Polimitas, curiosos caracoles endémicos de la isla de colores amarillo y rojo. No hay duda que el día en Yumurí fue intenso.
Durante el regreso, Playa Manglito obliga parada. El arrecife de coral que frena las olas y la poca profundidad es perfecta para un baño, mientras que la vegetación y la poca gente te recuerdan que estás en el oriente de Cuba, el extremo olvidado para quienes vienen cegados sólo por conocer La Habana o los cayos. Hay que mirar a través…
La Bahía de Mata o la Bahía del Taco me trasladan a la época de los piratas. Las aguas no son turquesas en esta zona, más bien oscuras, pero la belleza está en los paisajes que la envuelven y en la densidad de palmeras por metro cuadrado. Es sencillamente una maravilla.
Algo parecido sucede en Playa Maguana, a 20km de Baracoa en dirección contraria a Yumurí, donde está el paladar más entrañable donde hemos comido nunca. Es el paladar de Adela, al que llamó «el Pulpo» tras nacer su sexto hijo con 26 dedos! Su casa y el paladar están uno al lado de otro, frente al mar, y cuando no cocina para sus clientes se sienta en el porche de su casa viendo pasar la vida desde este remanso de paz y sobre un curioso suelo que ella pintó mientras construía la casa. Las mujeres somos creativas y nunca dejamos de dar vida; cuando no es a nuestros hijos se prolonga hacia cualquier otro nacimiento creativo, de la índole que sea, pero siempre creamos. Adela dio vida a seis hijos, a su paladar, a todos los platos que cocina, a las relaciones que cultiva desde su playa, al suelo del porche de su casa que me pareció un cuadro, y a cuántas cosas mas… Los círculos son símbolos de feminidad, representan los ciclos, la interminable secuencia muerte-regeneración, las fases lunares. Cuánta sabiduría esta mujer bajo sus pies descalzos! consciente o no de ella pero plasmada en algo tan firme como el cemento de su casa, con sutil trazada africana reminiscente de herencia e intensos colores. Arte!
…cansados de comer chicharritas y plátano macho Adela nos cocinaba cada vez que íbamos a su casa langosta a la Santa Bárbara con leche de coco y otras delicias. Conecté con esta mujer enormemente, pues reconocí en ella mientras me hablaba que acepta su vida como viene, siempre con agradecimiento, y que sabe ser feliz. Tres imprescindibles.
Por ultimo, fotografias de paisajes y casa bonitas, de gente culta y educada donde las haya, de momentos espléndidos, de música que no cesa pero ambiciones que no fluyen, porvenir castrado, socialismo anclado. Sea como sea. Cuba.
– tengerenge
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