Campeche es exageradamente alegre y colorido. Una vez más es excepcional la habilidad de los mejicanos en el uso del manejo del color y del poder con el que lo combinan. Recorrer las calles del centro histórico es agradable para contemplar fachada tras fachada pintada y mantenida con preciosos colores. Está también el baluarte y la fortificación amurallada que construyeron los españoles en el 1500 para defenderse de los frecuentes ataques por parte de los piratas durante los primeros siglos de su dominación, curioso para visitar y bonito por sus vistas.
En Campeche es tradicional comer manitas de cangrejo, así las llaman. No son otra cosa que las patas de sus cangrejos locales hervidas con limón y servidas frías. El restaurante La Palapa del tío Fito (Av. Resurgimiento, 127) es el lugar perfecto para probarlas, junto a sus tacos de cangrejo y al caldo picosito de camarón.