Dónde alojarse en Nueva Delhi?
… entre los muchos hoteles solemnes de la ciudad, conocidos algunos no sólo por sus lujos si no por datos de la historia y otros matices que los representan, está también una imponente obra arquitectónica, The Lodhi, para acoger a aquellos viajeros que quieran dejarse seducir por los lujos, sofisticaciones y el buen hacer.
The Lodhi es un hotel nuevo; hace sólo unos pocos años se conocía por Aman New Delhi, perteneciente a la prestigiosa cadena hotelera Aman Resorts con propiedades en todo el mundo. Éste, fue traspasado y cambió su nombre, pero heredó sus particulares y elegantes lineas rectas que lo convierten en un edificio serio y poderoso, pero que en su interior alberga la atención más delicada, atractivos servicios y gratas experiencias.
El hotel propone la idea de embarcarse en el «Aman India journey», donde ambas cadenas han diseñado en armonía un itinerario de seis noches a través del cual poder recorrer la vibrante India durmiendo en Amanbagh y Aman-i-khas (para obtener más información de Amanbagh, de Rajasthan y de mis experiencias en el norte de la India consultar el post pinchando aquí).
Al llegar al hotel, quedé completamente impresionada cuando, cansada, mientras seguía a un hombre que nos acompañaba a la habitación, oía de lejos los dulces cantos de una mujer india. Esa voz me atrajo muchísimo, y la busqué. Sentada en el suelo de piedra en algún lugar en la parte trasera del inmenso lobby, estaba ella, una mujer con una gran centro redondo con flores cantando, deleitando con su idioma y su voz a cualquiera que pasara y decidiera escucharla. Me acerqué a ella. La mujer me indicó que me agachara y, sin dejar de cantar, me entregó algunas de sus flores indias atándomelas alrededor de mi muñeca. Sentí la forma más delicada de dar la bienvenida a alguien; recibirle cantando en el idioma local y entregándole flores. Muchas veces, la medalla de los grandes hoteles, es la sutileza con la que te hacen sentir bien.
Aquí dejo el video de esta mujer…
Una vez más el contraste con la vida de ahí fuera es tremendo. Durante las visitas a la ciudad fácilmente penetro en la cultura, me mimetizo con el hinduismo, incluso me fundo en lo que veo, sin embargo al llegar al hotel lo siento como mi más refugio protector y reparo en como marcan las raíces occidentales, a pesar de todo.
Los pasillos que conducen a las habitaciones son silenciosos y con moqueta oscura; los rayos de luz los obtienes de los espacios entre las columnas de piedra que caracterizan la gran fachada. Las puertas de madera de las habitaciones son gruesas pero contrarrestan con la ligereza de la decoración que encuentras dentro.
El elemento «agua» es sin duda el gran protagonista, y las flores frescas son siempre parte de tu paisaje. Flores que perfuman las estancias y decoran la vista. Dicen que «poner flores en tu casa, es honrar tu casa». En este caso las ponen por nosotros y no estamos en casa, pero no hay duda que provocan sentirte recogido entre estas paredes ajenas y que colaboran en honrar tu presencia mientras estás allí.
La carta para comer y cenar, siempre con toques asiáticos, es concisa y evita confundirte durante horas sin saber que pedir. La fusión es sin duda una tendencia. Y los desayunos son un verdadero premio, donde se regodean los mejores pasteles con los suavísimos panes recién hechos, las más deliciosas mermeladas servidas en cuencos de alabastro (nunca demasiado dulces), fruta fresca, te, zumos fríos recién hechos, azúcar moscovado y demás delicias. Todavía hoy sigo soñando que el zumo de granada…
En cualquier caso, dentro del hotel hay varias opciones donde comer o cenar sin ignorar nunca la experiencia in-room dining, para los más cansados…
El spa es cálido. En él conviven terapias y rituales ayurvédicos con tratamientos contemporáneos. Cuando estuve aquí, se paró el mundo.
– tengerenge