Marrakech es una ciudad única y completamente diferente al resto. Es sorprendente la poca distancia que nos separa y el choque cultural que uno encuentra. Hacer turismo en esta ciudad es una nueva e inquietante experiencia sensorial que nos embriaga con colores, olores y sabores y que nos invita a recorrer un sinfín de lugares bellos culturales y de puro paisaje y naturaleza.

El inicio de mi viaje empieza en el cuidado Riad Abracadabra, propiedad de unos amigos y bien recomendado. Éste se localiza dentro de la medina, es precioso y cómodo y el trato es cercano y muy amigable. Me gustó la idea de recibir al llegar unos papeles impresos con una especie de «gincana» siguiendo tres recorridos diferentes por las sinuosas calles del zoco, solo se trata de ir siguiendo las indicaciones a través de señales que vas encontrando por las calles y así poder visitar, sin perderte, el zoco en profundidad. Es una idea fantástica! En el ultimo piso encontraréis una apetecible piscina para combatir el calor y refrescarse y unas cuantas mesas a la sombra para comer y/o desayunar; una experiencia completa y encantadora con zumos de naranja recién hechos por la mañana y algunos platos cocinados para tocar el cielo.

Si quieres acceder a la web de Riad Abracadabra pincha aquí.

Tras visitar y caminar largas horas por el zoco decidimos parar en Terrace des épices y tomarnos algo agradeciendo los surtidores de vapor que tienen.

Y otro de los recursos que tuvimos para combatir las duras horas de sofocante calor fue acudir a un bello lugar a las afueras de la medina llamado Country Beldi Club , una propiedad privada a la que puedes acceder si vas a comer, si te hospedas en su hotel, si quieres destinar parte de tu tiempo en su spa o por el contrario prefieres recibir clases de cerámica o de cocina, así que es un lugar muy completo para pasar el rato. Accedes por un amplio espacio al aire libre rodeado de campos inmensos de rosales y una tupida bóveda de bouganvillas en medio que se debe atravesar para protegerse del sol en tu recorrido hasta llegar a la piscina rectangular de 15 metros de largo x 1,5m de ancho, de color oscura y bordeada en todo su perímetro por un seto natural de romero que provoca que al nadar quedes embriagada por su fresco olor natural, un escándalo.

Tras el seto de romero hay toda una secuencia de olivos alineados y bajo éstos disponen mesas redondas cubiertas de blancos manteles de algodón donde sentarte en la sombra y comer su marcada cocina francesa-marroquí.

Si quieres visitar la web para hacer tu reserva o saber como llegar pincha aqui.

En Marrakech también están otros hoteles como La Mamounia, que resultaba ser un clásico hasta que la remodelaron hace poco y personalmente no me late nada, pero si es cierto que Amanjeena me pone los pelos de punta como todos los hoteles de su misma cadena, alzados bajo el trazo de Ed Tuttle, arquitecto americano, encargado de casi todos los proyectos  Amán alrededor del mundo. Sus lineas rectas y la simetria lo delatan siempre. Personalmente me gustaron muchísimo los colores tierra y verde en las zonas exteriores del hotel y los carriles de agua que recorren la parte trasera de las habitaciones, imprescindibles en cualquier casa marroquí donde el elemento «agua» se convierte en imprescindible.

Si quieres visitar la web de Amanjeena pincha aquí.

Marrakech también ofrece por las noches mucha diversión acudiendo a sus locales completamente occidentales que llama la atención por su contraste. En este caso, Bo-zin es una buena opción por ser un lugar cool y actual pero si lo que buscas es cenar en un lugar tradicional y tranquilo Dar Yacout es la marca de Marrakech, con una decoración encantadora, una terraza con una de las mejores vistas sobre la medina y la Koutubia y una gastronomía completamente tradicional. Le Fondouk o Café de la Post son otras interesantes propuestas que me gustaron mucho.

restaurante Dar Yacout

Para los viajeros que busquen algo más, desde Marrakech también se pueden hacer excursiones a lugares cercanos como Essaouira, Ouarzazate, las Cascadas de Ouzoud y el Valle del Ourika. Pero siempre antes podeis optar por hacer una parada de una noche en el hotel La Pause a 30 km de Marrakech, del que hablo y prescribo en la sección de Mis hoteles destacando la particularidad por ser un hotel construido en un oasis y del que carece de electricidad lo cual revierte en una experiencia completamente excitante si contemplas cómo inundan el hotel con centenares de velas al atardecer. Si te interesa saber más sobre este hotel pincha aquí.

Marruecos es un viaje especial al que deseo fervientemente volver pronto y seguir conociendo toda su belleza.

 – by tengerenge

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